Constituidos en cooperativa, pueden explotar las tierras -y poner en marcha así una iniciativa de autoempleo- sin pagar nada por ello. A cambio sí hay un compromiso con sus propietarios, el de mantener en buenas condiciones todo el exterior, una amplia superficie de casi 3.000 m2 de huertas a las que se suman los jardines. Se trata -explica Erik Ruiz Luzuriaga, parte de este grupo- de un lugar emblemático para Estella que seguirá así estando cuidado.
Le acompañan en el proyecto Borja Etxeberria Fernández de Gaceo, Gorka Igual Peña y Jon Goikoetxea de Toro. Los cuatro integran Uztaldi, perteneciente a la cooperativa Denendako, que abarca diferentes frentes de actuación en la zona. Entre los 20 y los 26 años, han apostado por crear su propio puesto de trabajo. En ello están, tras coger las riendas de un espacio cultivado en su día pero sin explotar, salvo una pequeña parte, en los últimos tiempos. “Veíamos la situación laboral y nuestra filosofía es trabajar en lo que nos gusta. Pensamos que podremos sobrevivir con esto dignamente”, añade.
Su idea encontró en los capuchinos el interlocutor necesario porque vieron en ella el fin social que no querían perder tras dejar atrás su convento. La huerta se queda en otras manos mientras que el edificio conventual se transforma ya en un albergue turístico de 56 plazas mediante la iniciativa de un particular con el que los religiosos han llegado también a otro acuerdo.
Tierras de cultivo y convento permanecerán, por tanto, en servicio. ¿Qué ocurre con la iglesia? Los capuchinos se han marchado y con ellos el culto diario, aunque la idea es mantener en el futuro algún tipo de presencia. Que no acabe por completo, aunque de forma puntual, el servicio espiritual a la ciudad a la que llegaron en el año 1901.
Los cuatro jóvenes trabajan de momento 2.000 m2 de las huertas, que ya están en producción. Les quedan otras dos de menor tamaño, con otros 800 para poner en marcha en los próximos meses. “Queremos fomentar un desarrollo sostenible con una oferta fresca de temporada y ecológica desde el punto de partida, un ciclo total que empieza desde la semilla. También autóctonos y para ello cooperamos con la red de semillas de Tierra Estella”, explica Erik Ruiz entre las tierras a las que acuden cada día y en la que han instalado un sistema de riego por goteo.
Les felicitamos por esta iniciativa y deseamos mucho éxito en su trabajo.
http://www.hermanoscapuchinos.org/actualidad/58/los-capuchinos-ceden-su-huerta-de-rocamador-a-jovenes-de-estella
http://www.diariodenavarra.es/noticias/navarra/tierra_estella_valdizarbe/2014/07/19/los_capuchinos_ceden_las_huertas_convento_jovenes_estella_168094_1006.html
Erik Ruiz, Borja Etxeberria, Gorka Igual y Ion Goikoetxea, responsables de la iniciativa, han adecentado la zona después de varias semanas de trabajo e, incluso, ya han empezado a vender sus primeros productos a clientes que se acercan hasta allí o pequeñas empresas. “Acabamos de empezar, pero ya estamos sirviendo a cuatro o cinco bares, y a otros tantos establecimientos”, comenta Ruiz. Además, cada quince días preparan cestas variadas, con los productos de la temporada, para vender.
“Son todo productos ecológicos y autóctonos, lo que comían nuestros abuelos, y para ellos colaboramos con la Red de Semillas de Tierra Estella. Ahora mismo tenemos acelgas, pepinos, borrajas, lechugas, guindillas, alubia verde o calabacines”, apuntan. “Y, encima, tenemos la suerte de, en estos tiempos tan difíciles, poder trabajar haciendo lo que nos gusta y en un lugar emblemático, como es este de Capuchinos”. Estas cestas tienen un precio de 12 euros las medianas (para 1 ó 2 personas) y de 20 las grandes (para 3 ó 4 personas) y, de momento, ya tienen unas 25 familias apuntadas. “Dependiendo de la época del año, como es lógico, iremos cambiando los productos de las cestas”.
Uztaldi forma parte de la cooperativa de red integral de servicios Denendako, que se ha creado en la Vieja Lizarra y, además de apostar por los productos ecológicos y por un “desarrollo sostenible y una responsabilidad con el entorno”, se ha decantado por la venta directa, sin intermediarios. “La idea es incentivar los canales cortos de comercialización, fomentando también las relaciones cercanas y de confianza para construir un mercado más humano. Cualquier cliente puede venir aquí, mirar lo que hay, elegir lo que se quiere llevar...”, dicen. “Además, apostamos por desarrollarnos y vivir aquí, en nuestra ciudad, cuando mucha gente se tiene que ir fuera”.
De momento, la venta directa en las propias huertas, en el número 5 de la calle Carlos VII, se realiza por las mañanas. También se puede contactar con Uztaldi a través de las redes sociales (www.facebook.com/uztaldilizarra), correo (uztaldi@denendako.com) y el teléfono 628718916.
Paralelamente a esta iniciativa, otros promotores están habilitando el convento anexo para convertirlo en un albergue de peregrinos con capacidad para entre 50 y 60 personas. De hecho, el Camino de Santiago pasa prácticamente por la puerta de las instalaciones de los Capuchinos. Las obras se espera que estén listas para finales de verano o principios del otoño.
Tanto la gente de AFAS como de APOYO decidimos hace tiempo entrelazar nuestras vidas con las de otros y otras que por diversas razones se encontraban solos, en situación de pobreza y buscando oportunidades para remontar el vuelo.
Las razones que les habían llevado a la pobreza, diversas como la vida, algunos por la mala suerte de nacer al otro lado de la frontera, otros por decisiones equivocadas en un momento de su vida que les hizo perder el control de la misma otros por sentirse solos, por no encontrar un hueco en su familia tuvieron que crecer más rápido…
Nuestra apuesta es acogerles con lo que somos, nosotros y nuestra familia, con sencillez apostar por vivir juntos, superando dificultades, compartiendo alegrías, preocupándonos unos de los otros…
Ante la necesidad de trabajar y la realidad del mercado laboral, donde estos chicos y chicas debido a su baja cualificación y su falta de experiencia, solo acceden a trabajos muy precarios, decidimos poner en marcha la huerta hermana Tierra.
La familia de la Huerta.
Creando nuevos lazos entre nosotros al compartir la ilusión y responsabilidad de esta iniciativa, sabiendo que cada uno de nosotros debe poner lo mejor de si y trabajar de forma grupal para lograr que esta iniciativa se transforme en lo que juntos y juntas hemos soñado.
Logrando cinco empleos dignos cuando el proyecto este completamente implementado, a día de hoy se concreta en dos contratos de formación y aprendizaje indefinidos con un salario de 900 euros al mes.
Recuperando la huerta del Convento del Pardo, baldía en estos últimos años, recogiendo saberes tradicionales de una antigua sociedad agraria, combinados con avances tecnológicos. Fomento de posibilidades de empleo para personas en situación de pobreza.
Las familias del grupo de consumo
Al consumir de forma responsable, social y ecológica logran:
Consumir responsable; sabiendo que los trabajadores cuentan con unas condiciones laborales dignas y que en el momento que existan beneficios estos se invertirán en el propio desarrollo del proyecto, logrando un mayor impacto social del mismo.
Consumir social; sabiendo que este proyecto busca la promoción social de personas empobrecidas en nuestra sociedad.
Consumir ecológico, sabiendo que todo el proceso agrícola se realiza de forma ecológica con el máximo respeto tanto a la Tierra como a nosotros consumidores, con un impacto favorable en nuestra salud al consumir verdura y fruta saludables, fresca y de calidad.
Participando en actividades de familiares de sensibilización ecológica así como tareas elementales de la agricultura. Transmisión a las familias de los saberes de la tierra.
La Tierra.
Por el uso racional del terreno y la energía y el fomento de productos obtenidos con un modelo de agricultura respetuoso con un desarrollo sostenible. Recuperación para la producción agro-ecológica del terreno de la Huerta del Pardo. Superficie aproximada de 2,5 hectáreas.
La sociedad.
Con esta iniciativa se fortalece la arquitectura social tan necesaria en la articulación de una ciudadanía participativa, por un lado en la unión de las cuatro entidades promotoras del proyecto, AFAS, APOYO, Fraternidad Capuchina del Pardo y SERCADE.
Por otro lado con la participación de las familias en el grupo de consumo, apostando por un consumo consciente y vertebrador de la sociedad, que ofrece oportunidades en condiciones de igualdad a personas dispuestas a salir adelante.
Y el fortalecimiento del mercado local con lo bueno que el mismo ofrece de cara a la relación entre las personas de una misma comunidad.
http://huertohermanatierra.org/el-proyecto/
Esta fórmula de gestión pretende que inmigrantes de escasos recursos
puedan materializar sus ilusiones desde el trabajo, la venta de
productos ecológicos y el auto abastecimiento.
En las obras sociales de SERCADE (SERvicio CApuchino para el DEsarrollo) hay un punto de discusión muy habitual respecto a cómo lograr poner el apellido “franciscano” a nuestras acciones. ¿Cómo dotamos de una identidad propia a nuestros proyectos para no convertirnos en meros servidores sociales?
Sin esa reflexión podemos terminar supliendo la obligación del estado en dar respuesta a la pobreza y entendemos que ese no es el objetivo de una organización como la nuestra, sino más bien, nuestro objetivo reside en dar una respuesta particular y con un cierto significado a las “minorías sociales” que han quedado marginadas en el entorno de nuestras presencias.
El proyecto del -Huerto Hermana Tierra- nos acerca un poco más a ese significado. En él confluyen varias realidades o necesidades: la primera, la de dar una funcionalidad social a los espacios en desuso de cada fraternidad; la segunda, integrar en un ejercicio conjunto a las asociaciones y grupos que en torno a Capuchinos desarrollan su labor social; y la tercera y más importante, dar una respuesta creativa y eficaz a los colectivos más desfavorecidos, aquellos que caminan por el filo de la exclusión.
Aliou y Suleymane cruzaron hace unos años el Estrecho en una de esas barcas abarrotadas de sueños que cruzan hasta esta nuestra orilla en busca de una respuesta a la miseria que les tocó soportar en Guinea Conakry. Pasaron por algunos dispositivos de tutela y ahora, en su camino hacia la integración son los primeros beneficiarios del proyecto Huerto Hermana Tierra.
El convento de El Pardo, tras el cierre del seminario que funcionó en sus instalaciones, dejó en desuso la huerta de dos hectáreas que dio de comer a alumnos y frailes. Ahora, la fraternidad capuchina, la Asociación Franciscana de Apoyo Social, la Asociación APOYO y SERCADE, están trabajando conjuntamente para recuperar su uso para el cultivo de verduras ecológicas. La propuesta es que jóvenes en riesgo de exclusión como Aliou y Suleymane trabajen la tierra y comercialicen los productos entre consumidores locales.
El proyecto comenzó su andadura en junio y a fecha de hoy ya son 120 familias las que reciben su lote de productos ecológicos cultivados y recogidos por estos jóvenes y por un grupo de voluntarios que acompañan cada martes los frenéticos días de reparto. Son más de las que esperábamos para estas fechas, pero menos de los que necesitaremos en los próximos meses.
De momento ya es gratificante el simple hecho de acercarse a ese terreno en el que antes solamente pastaban unas pocas ovejas y ver como unas inmensas coles rosadas o unas escarolas excesivamente verdes crecen y dan color al paisaje del Monte del Pardo. Cuando estos días pasados veíamos esa imagen tan oportuna del campo de golf junto a la valla de Melilla abarrotada de personas, entendíamos como el uso de la tierra puede escenificar las respuestas que como sociedad damos a los retos de este mundo. Y mientras algunos prefieren dar respuesta construyendo alambradas más altas que nos distancian de la solidaridad, otros hemos preferido optar por construir un pozo de agua que ahora hace florecer gracias al esfuerzo de dos jóvenes africanos otro campo que no es de golf, pero en el que nos jugamos la partida de la exclusión.
Estamos todavía en una primera fase y los errores y la incertidumbre son parte de los ingredientes de esas cestas que distribuimos en varios puntos de la capital. Nos gustaría completar el cultivo y abarcar las dos hectáreas, llegando a ser autosuficientes e incluso ampliando el proyecto a otros lugares. De momento toca ver crecer estas primeras semillas, y pronto cultivar los productos de verano. Ojalá, además de construir murallas encontremos otras maneras de responder a los ojos de la pobreza, que no espera, que es real y que busca de nuestra solidaridad una respuesta a sus llamadas.
Texto: Xavier Parra para la revista Capuchinos Editorial.
Más información sobre el proyecto en la web: www.huertohermanatierra.org
http://www.sercade.org/actualidad/15/sercade-apoya-un-proyecto-de-inmigrantes-para-cultivar-tierras
En las obras sociales de SERCADE (SERvicio CApuchino para el DEsarrollo) hay un punto de discusión muy habitual respecto a cómo lograr poner el apellido “franciscano” a nuestras acciones. ¿Cómo dotamos de una identidad propia a nuestros proyectos para no convertirnos en meros servidores sociales?
Sin esa reflexión podemos terminar supliendo la obligación del estado en dar respuesta a la pobreza y entendemos que ese no es el objetivo de una organización como la nuestra, sino más bien, nuestro objetivo reside en dar una respuesta particular y con un cierto significado a las “minorías sociales” que han quedado marginadas en el entorno de nuestras presencias.
El proyecto del -Huerto Hermana Tierra- nos acerca un poco más a ese significado. En él confluyen varias realidades o necesidades: la primera, la de dar una funcionalidad social a los espacios en desuso de cada fraternidad; la segunda, integrar en un ejercicio conjunto a las asociaciones y grupos que en torno a Capuchinos desarrollan su labor social; y la tercera y más importante, dar una respuesta creativa y eficaz a los colectivos más desfavorecidos, aquellos que caminan por el filo de la exclusión.
Aliou y Suleymane cruzaron hace unos años el Estrecho en una de esas barcas abarrotadas de sueños que cruzan hasta esta nuestra orilla en busca de una respuesta a la miseria que les tocó soportar en Guinea Conakry. Pasaron por algunos dispositivos de tutela y ahora, en su camino hacia la integración son los primeros beneficiarios del proyecto Huerto Hermana Tierra.
El convento de El Pardo, tras el cierre del seminario que funcionó en sus instalaciones, dejó en desuso la huerta de dos hectáreas que dio de comer a alumnos y frailes. Ahora, la fraternidad capuchina, la Asociación Franciscana de Apoyo Social, la Asociación APOYO y SERCADE, están trabajando conjuntamente para recuperar su uso para el cultivo de verduras ecológicas. La propuesta es que jóvenes en riesgo de exclusión como Aliou y Suleymane trabajen la tierra y comercialicen los productos entre consumidores locales.
El proyecto comenzó su andadura en junio y a fecha de hoy ya son 120 familias las que reciben su lote de productos ecológicos cultivados y recogidos por estos jóvenes y por un grupo de voluntarios que acompañan cada martes los frenéticos días de reparto. Son más de las que esperábamos para estas fechas, pero menos de los que necesitaremos en los próximos meses.
De momento ya es gratificante el simple hecho de acercarse a ese terreno en el que antes solamente pastaban unas pocas ovejas y ver como unas inmensas coles rosadas o unas escarolas excesivamente verdes crecen y dan color al paisaje del Monte del Pardo. Cuando estos días pasados veíamos esa imagen tan oportuna del campo de golf junto a la valla de Melilla abarrotada de personas, entendíamos como el uso de la tierra puede escenificar las respuestas que como sociedad damos a los retos de este mundo. Y mientras algunos prefieren dar respuesta construyendo alambradas más altas que nos distancian de la solidaridad, otros hemos preferido optar por construir un pozo de agua que ahora hace florecer gracias al esfuerzo de dos jóvenes africanos otro campo que no es de golf, pero en el que nos jugamos la partida de la exclusión.
Estamos todavía en una primera fase y los errores y la incertidumbre son parte de los ingredientes de esas cestas que distribuimos en varios puntos de la capital. Nos gustaría completar el cultivo y abarcar las dos hectáreas, llegando a ser autosuficientes e incluso ampliando el proyecto a otros lugares. De momento toca ver crecer estas primeras semillas, y pronto cultivar los productos de verano. Ojalá, además de construir murallas encontremos otras maneras de responder a los ojos de la pobreza, que no espera, que es real y que busca de nuestra solidaridad una respuesta a sus llamadas.
Texto: Xavier Parra para la revista Capuchinos Editorial.
Más información sobre el proyecto en la web: www.huertohermanatierra.org
http://www.sercade.org/actualidad/15/sercade-apoya-un-proyecto-de-inmigrantes-para-cultivar-tierras
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