Arriya (La piedra) es una mirada a nuestro tiempo, a nuestro pueblo… un guiño a la esperanza desde un presente anquilosado en el pasado, en el colectivo, en una pesada piedra que subyace desde el inicio del recuerdo. María corre tras Peru por las calles del pueblo, con la boina que este ha perdido en el camino. La familia de Peru y la de María sellan un enfrentamiento, una disputa, que acapara, en un viaje sin retorno, el devenir del pueblo y de sus habitantes. Una mula, un caballo… Y una piedra; la piedra (Filmaffinity)
En una pequeña localidad fronteriza del País Vasco, una apuesta compromete a tres familias: llevados por la magnitud de dicha apuesta, tres parejas, incapaces de hacer frente al mundo en el que viven, entrelazan sus vidas y ven pasar el tiempo a su alrededor. Un duelo eterno que no pueden abandonar. En el corazón del pueblo hay algo innato: el amor por las apuestas, por el desafío y por los duelos.
La vida cotidiana viene marcada por la unión plena del trabajo en el campo y el deporte rural, una de las características básicas del pueblo vasco. De esta aglomeración nace esa competitividad, que lleva al mundo de los retos. Es por ello que diversos miembros de las familias pasan a la historia por su trabajo con los animales o en el campo.
La apuesta y su resultado son la base de la película. El arraigo de las costumbres, como medio de unión del pueblo; la apuesta entre familias y sus devaneos. Los problemas se van resolviendo, según los personajes encaminan su destino paso a paso. El animal arrastra la piedra y los hombres también lo intentan, pero caen vencidos por la intensidad de la apuesta. Hombres y animales se ven las caras, arriesgándose a la humillación o a la gloria. (Sensacine)
"El guión es una
maravilla, lleno de simbolismos y matices deliciosos, de los que hacen
que tengamos ganas de volver a ver el film para encontrar más y entender
mejor las emociones de unos excelentes personajes y de la situación en
la que se encuentran, unos personajes interpretados con más solvencia
por parte de algunos que de otros, donde destaca una potente Begoña
Maestre en el papel de María, su sola presencia llena la pantalla de una
fuerza que eclipsa, sorprendente.
De todos esos
matices debemos hacer un paro al más importante, al que hace referencia
el título, la piedra. Una piedra que podemos ver en la pantalla de un
modo físico en repetidas ocasiones, pero que alcanza un nivel de
simbolismo delicioso en pequeños detalles. Todos tenemos una piedra
encima, una piedra que soportamos como podemos: algunos decidimos
acarrear con ella pero siguiendo adelante, otros nos sentiremos débiles
por no poder quitárnosla de encima, otros huimos intentando dejarla
atrás sin que nos persiga, y algunos simplemente la aceptarán en su día a
día. Todas estos lastres hacen que los personajes de este film tomen
decisiones, algunas acertadas, otras equivocadas, pero ninguno de
nosotros seremos lo suficientemente objetivos para juzgarlas."
http://descubrepelis.blogspot.com/2012/03/arriya-la-piedra.html
Desde Romeo y Julieta sabemos que se puede montar un buen drama con dos familias enfrentadas y un par de jóvenes enamorados. Viejos odios frente al amor naciente: una combinación explosiva y romántica. También sabemos que las convenciones sociales son la piedra de toque de cualquier sociedad vieja y con raíces. Y que el odio no lo disuelve el tiempo; sólo la voluntad de acabar con él. Que el odio, si lo dejas crecer, acaba por empaparlo todo. Como pasa en Arriya, donde una competición tonta - la de una mula y un caballo arrastrando una piedra-marcará la vida de esas dos familias.
La osadía de Gorritiberea, director debutante en el largo de carácter personal e intrasferible con esta Arriya, donde conviven luminosos descubrimientos con errores de bulto, es convertir ese esquema tan conocido en pura tragedia euskaldún. Con txapelas, mulos, caballos, viejos molinos y hombres testarudos y sudorosos que juegan al mus, y donde no falta ni la Guardia Civil. Falta ETA, pero se intuye su presencia.
En lugar de Capuletos y Montescos, en Arriya hay una familia de maquetos y otra de viejos del lugar. Los enamorados son jóvenes y son trío, pero las pasiones que agita su amor, acosado por miedos y osadías, son fuertes. Película ligada a la tierra, pues. Cine de pueblo, si se quiere, porque transcurre en un pueblo. Pero con una innegable y atractiva capacidad de evocación.
Gorritiberea da giros inesperados a la vieja historia gracias a una técnica que podríamos denominar de realismo mágico-rural. No descubrimos el hielo, pero hay relojes que van para atrás y amores eternos que duran un suspiro. El tiempo no cuenta: tan sólo pasa. Con personajes que son prisioneros de esa piedra que no es piedra: es losa. Lo cierto es que no siempre está Arriya a la altura de sus luminosas intuiciones. El propio montaje, por momentos arrítmico y picado, juega en su contra. Como algunas interpretaciones. Pero su acierto permanece: el de un filme capaz de sitiar la metáfora de toda una sociedad atrapada por su pasado.
Salvador Llopart para La Vanguardia:
http://www.lavanguardia.com/cine/20110826/54206238220/arriya-la-piedra-realismo-magico-rural.html
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