22 jul 2012

"Beş Vakit" de Reha Erdem (Tiempos y Vientos), 2006.

Beş Vakit. Dir. Reha Erdem | 112 min. | Turquía
Esta es una de las más bellas películas que he visto desde hace mucho tiempo. Está regida, de un lado, por el tiempo cíclico, que tiende a repetirse, y del otro, por el principio del movimiento que conduce a la inmovilidad. Bajo estos enfoques, la cinta expone los conflictos intergeneracionales de padres con hijos en una aldea rural musulmana en Turquía; centrados en dos niños (Ömer Yakup) y una niña (Yildiz), todos al inicio de la pubertad. Con una estética contemplativa y minimalista, el director consigue una densidad de sentidos envueltos en imágenes de una belleza sobrecogedora. Esta obra está dominada, de un lado, por el tiempo cíclico, que tiende a repetirse, y del otro, por el principio del movimiento que conduce a la inmovilidad. En cuanto a lo primero, la película está dividida en las partes del día, pero en orden inverso (noche, atardecer, tarde, medio día y amanecer), las que coinciden con los respectivos rezos desde el minarete de una pequeña mezquita en una aldea rural musulmana ubicada en Turquía. Este orden inverso ya supone implícitamente una crítica al orden social existente en el lugar, focalizado en el autoritarismo paterno y el maltrato de los padres hacia sus hijos. Alrededor de este núcleo, el filme enfatiza la repetición de los ciclos naturales que caracterizan la rigidez de las estructuras sociales y el estatismo reinante. Para empezar, la cinta no transcurre propiamente en un día, sino en un período temporal mayor, que podría proyectarse casi hacia las estaciones del año: no en vano, al inicio de la cinta, vemos cómo los niños en la escuela local recitan una lección de geografía donde se les explica el movimiento rotatorio de la tierra y sus efectos sobre el planeta (sucesión del día y la noche, y de las distintas estaciones del año). A esta rutina del universo, siguen los fenómenos biológicos de reproducción, nacimiento, vida y muerte. De esta manera, los pequeños protagonistas observan el apareamiento de burros y perros, el nacimiento de un novillo, la muerte de la abuela y el alumbramiento de una niña en el pueblo. Lo cual refuerza esa secuencia biológica e irrevocable que rige la vida en este pueblo. Sin embargo, no hay aquí un tratamiento mítico, salvo por el marcado énfasis en las relaciones edípicas entre los niños con sus respectivos padres y de la niña con su madre; así como otras consecuencias de la estructura de poder patriarcal –que se replica entre los padres de Yakup y Yildiz, con el abuelo– como son las preferencias paternas por alguno de los hijos, en detrimento del otro. Esto se manifiesta en situaciones de maltrato físico y psicológico de los hijos, tanto niños como adultos; con un par de alusiones, muy de pasada, a la subordinación y violencia contra la mujer. A pesar de la dureza de estas relaciones, el filme muestra también la solidaridad entre los infantes y, hacia el final, algunas manifestaciones tardías de afecto de los padres hacia sus hijos; lo que conjura cualquier conato de maniqueísmo o esquematismo en la presentación de esta problemática. (...) Estamos ante una obra construida con elementos muy simples, filmada en exteriores (muy bien aprovechados por la cámara), así como en algunos pocos interiores, recurriendo a actores no profesionales, pero convincentes. Los elementos reiterativos que hemos señalado anteriormente ya nos indican la presencia de una estética minimalista; lo cual se compagina con la música de Pärt. No obstante, Tiempos y vientos demuestra cómo el minimalismo puede ofrecer una densidad de sentidos envueltos en imágenes y sonidos de una belleza sobrecogedora; con ese enfoque contemplativo pero, al mismo tiempo, significativo, que conecta el lenguaje cinematográfico con aspectos centrales de la vida y cultura de estas poblaciones rurales.   
Crónica sobre el film de Juan José Beteta extraída de la web cinencuentro.

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